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Los 5 ingredientes de la cerveza

Relato por Vicky Di Pau

La Real Academia Española (RAE) define la cerveza como: “Bebida alcohólica hecha con granos germinados de cebada u otros cereales fermentados en agua, y aromatizada con lúpulo”. Sin embargo, el ser humano y su relación con la cerveza va mucho más allá. Pocos son los que se interesan en que es estrictamente una cerveza. Importa más el contexto en el cual sea consumida -y que cumpla con el objetivo de saciar esa necesidad de “una cervecita”- que lo que contiene. Por eso, me atrevo a afirmar que muchas veces la vemos más como una compañera de buenos y/o malos momentos. Su versatilidad la puede hacer una muy buena oreja o simplemente una compañera silenciosa. Tiene el poder de tomar el protagonismo absoluto de una conversación. Y no, no estoy loca. Para que puedan comprender cómo llegué a esas conclusiones es necesario que les cuente la historia de una de las relaciones más largas de mi vida.

Mi nombre es Victoria, aunque prefiero que me digan Vicky. Nací en Mar del Plata hace 34 años y hace 16 comencé una relación con la cerveza (off the record nuestra relación comenzó un par de años antes). Mi primer acercamiento fue en un boliche de la Avenida Constitución. Una fiesta conocida con el nombre de “mea culpa”. Si pensás que el nombre es raro, esperá a entender por qué se llamaba así. La situación era la siguiente: las mujeres entraban primero y tenían canilla libre de cerveza, pero la primera que iba al baño rompía el hechizo de la situación. “La que meaba tenía la culpa” de que se cortara la canilla libre y entraran los hombres. Ya sé lo que estás pensando: la realidad supera a la ficción.

Recuerdo perfecto una noche en “Mea Culpa” que estaba parada frente a la barra con una amiga esperando nuestros vasos de plástico transparentes de 500ml rebosantes de espuma. Te lo servían a las apuradas: mitad espuma y mitad cerveza. Primer sorbo: espuma; segundo: espuma; tercero: cerveza. La experiencia fue inolvidable, tanto que mi cuerpo decidió rechazarlo olímpicamente. No veía la hora que una mujer fuera al baño para poder pedirme un Daiquiri. 

El tiempo pasó, mis papilas gustativas se adaptaron y finalmente tenía la cerveza dominada. Me conocía cada marca del supermercado, cuál me gustaba más, cuál menos. Cuál preferían mis amigos, cuál prefería yo. Entendía todo hasta que una tarde de verano una amiga decidió llevarme al siguiente nivel: fuimos a tomar CERVEZA ARTESANAL.

La palabra artesanal hizo que mi cerebro comience con preguntas: ¿Cómo artesanal? ¿Qué tiene de diferente? ¿No es lo mismo? Estaba fascinada por descubrir un mundo nuevo. Lo que no sabía era que estaba a punto de empezar un viaje sin retorno. Sin dudas, esa primera Scotch de Cervecería Antares no fue un punto de inflexión. Fue EL punto de inflexión en mi vida. El local como tal, la barra de madera, los carteles de cervecerías extranjeras, la pizarra con los diferentes estilos, las tarjetas explicativas de cada cerveza. A esa experiencia visual se le sumaban la variedad de cervezas de diferentes colores. Todos los sabores y aromas que encontré en una misma cerveza. Fue todo un mundo de sensaciones totalmente nuevas. 

Un tiempo después me mudé a vivir a Buenos Aires y la cerveza fue mi base en materia de nuevas amistades. Una ciudad en la que las distancias son largas, con el trabajo en una punta y la casa en otra, hacía necesario encontrar un medio en el cual bajar los decibeles, relajarme y encontrarme con un cable a tierra: la cerveza. En esa búsqueda no tardé en encontrarme con una cervecería artesanal en Colegiales: Buena Birra Social Club. ¿Qué podía fallar? Si hubiese sido necesario pagar una cuota para asociarse, sin duda la hubiera pagado. El tiempo pasó y mi pasión por la cerveza siguió creciendo.

Buena Birra fue mi Antares en Buenos Aires. Fue mi primera barra amiga, podía ir sola o acompañada que siempre estaba a gusto. La barra me enamoró, capaz tanto como la cerveza. Pero esta religión la dejo para otro día.

Para esos años la cerveza artesanal venía en un paulatino auge. Todavía no se hablaba a viva voz de “moda cervecera” o de IPA o de bares con 20 canillas pero sí iban apareciendo talleres de cata, degustaciones y algún que otro nuevo bar. Sin prisa, pero sin pausa crecía el movimiento cervecero artesanal en Argentina. Para ese momento mi relación con la cerveza ya tenía sentadas sus bases y lo que me interesaba era darla a conocer. Compartir que hay más de un tipo u estilo de cerveza, contar que con solo 4 ingredientes podés lograr más de 120 estilos y que tiene más historia que muchos países. 

Ese deseo de contar que birra no hay una sola entrelazado con el leitmotiv de una vida nómade que venía sintiendo hace mucho desembarcaron en un proyecto llamado Kombi Beer Trip: un viaje a lo largo y ancho de América del Sur en el que me sumergí en los lugares más inhóspitos en búsqueda de Cultura Cervecera. El viaje duró 2 años y para mi sorpresa me encontré con más cerveza de la que esperaba. Con productores pequeños o medianos, otros grandes, pero todos con historias apasionantes detrás, orgullosos de sus raíces y pasión por usar insumos locales, únicos, y darlos a conocer.

Salir de Capital Federal me dió una visión más amplia, aprendí que la cerveza, su cultura y sus costumbres de consumo pueden varían de un lugar a otro pero la esencia de la pasión de quienes la crean es la misma. La cerveza es un idioma universal, te encuentres en el punto geográfico que te encuentres. Pueden llamarla de maneras distintas pero todos sienten el mismo amor y las ganas inevitables e incontenibles de contar su historia.

La cerveza es una bebida alcohólica, así es, hecha con granos germinados de cebada u otros cereales fermentados en agua, aromatizada con lúpulo y fabricada con pasión. Sin pasión no existiría la Cultura Cervecera. Si te pregunto ¿Qué es la cerveza? probablemente comiences a contarme experiencias, anécdotas, encuentros, desencuentros, momentos inolvidables y no tanto que la tuvieron presente. Eso es lo que voy a compartirte a vos en esta columna, todo sobre la cultura cervecera, desde adentro, desde la fábrica hasta la barra. Pero sobre todo, desde la pasión.

Vicky Di Pau